La pregunta surge muchas veces, y no siempre hay una respuesta exacta. Obtener miles de fotos de un evento no asegura que todos los momentos estarán o que serán retratados de la mejor manera. Por el contrario, escatimar en disparos no garantiza que el ojo del fotógrafo sea tan afilado como el cliente lo desea. Entonces ¿qué debemos tener en cuenta?
En estos tiempos, casi no hay cobertura fotográfica que se realice en un soporte que no sea digital. Esto quiere decir que las limitaciones de toma y reproducción son casi nulas. No está mal suponer que un fotógrafo que se precie estará permanentemente atento a los momentos que el evento propicia, pero no necesariamente capturará cada cosa que ocurra. Se trata de manejar el equilibrio entre las imágenes instantáneas y las tomas más logradas, de escoger con criterio.
¿Son suficientes 700 tomas, son pocas 300, son excesivas 1000? Una vez más, la respuesta dependerá de cada caso pero puede tomarse como regla que cuantos más momentos tenga un evento, cuanto más compleja se planee una fiesta, cuantos más cambios de ropa incluya la producción o cuanto más horas impliquen cualquiera de estos trabajos mayor será el número final de fotogramas. No siempre más es más: un número reducido de tomas no implica que el fotógrafo ‘trabajó’ poco. Por el contrario, las más de las veces indica que el esfuerzo que puso por lograr instantes más elaborados desde la toma redundará en menor manipulación en el momento de la edición. Confiar en el profesional que contratamos implicará en que se sienta más cómodo para dar lo mejor de sí. ¡Tener esto en cuenta sí suma!